Para los peregrinos que recorren el Camino de Santiago, Santillana del Mar se presenta como una parada imprescindible.
Esta villa medieval, con su casco histórico inmaculado, es un auténtico refugio para aquellos peregrinos que están en plena ruta del Camino del Norte. Sus calles empedradas, repletas de rincones que narran siglos de tradición, invitan a reflexionar y a disfrutar de la espiritualidad del peregrinaje.
Además, la presencia de monumentos emblemáticos y la cercanía a sitios de interés prehistórico enriquecen la experiencia cultural del camino. Desde Mundiplus, especialistas en viajes camino de Santiago,queremos exponerte cuales son sus principales puntos de interés.
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Santillana del Mar, una joya en el Camino del Norte
Como te hemos dicho, Santillana del Mar es uno de los puntos más emblemáticos del Camino del Norte. A lo largo de esta ruta costera, la atmósfera se impregna de la brisa del Cantábrico y de la melancolía de pueblos que conservan su esencia medieval.
La singularidad del Camino del Norte reside en su capacidad para regalar paisajes espectaculares sin renunciar a la riqueza cultural de cada parada. A diferencia de otros itinerarios, donde el trayecto se inicia en entornos urbanos o se adentra en el interior agreste, el recorrido costero permite disfrutar de acantilados, playas solitarias y un entorno natural en estado puro.
Este escenario ofrece un contraste cautivador con rutas más interiores como el Camino de Santiago desde Ourense o el Camino de Santiago desde Lugo. En ambos casos, la experiencia se sumerge en paisajes montañosos y bosques que, si bien son igualmente enriquecedores, proponen un recorrido con desafíos y sensaciones muy distintas.
El camino de Santiago desde Irún, que puedes hacer hasta Bilbao, es la puerta de entrada a esta ruta costera, marcando el inicio de un viaje en el que cada kilómetro transita por escenarios de inigualable belleza.
Continuar por el Camino del Norte es embarcarse en una experiencia transformadora, donde cada paso te invita a conectar con la naturaleza y contigo mismo. La sensación de caminar bajo un cielo amplio, con el sonido rítmico de las olas y la fragancia salina del mar, crea un ambiente propicio para la introspección y el recogimiento.
El recorrido te ofrece la oportunidad de detenerte en encantadores pueblos y aldeas, donde la hospitalidad de sus gentes te envuelve en una atmósfera de calma y cordialidad. En estos lugares, la tradición y la modernidad conviven armoniosamente, permitiéndote degustar una rica gastronomía local que deleita el paladar y reconforta el alma.
La calma del entorno y el ritmo pausado del viaje facilitan momentos de reflexión y meditación. Cada paso se siente como una oportunidad para dejar atrás el estrés cotidiano y reconectar con lo esencial. En este trayecto, la belleza de la costa se combina con la historia viva de cada pueblo, creando un escenario único que estimula todos los sentidos y nutre tanto el cuerpo como la mente.
Aunque en menor medida que otras rutas, la ruta favorece el encuentro y el intercambio entre peregrinos. Estos momentos de convivencia son tan enriquecedores como los paisajes mismos, pues permiten tejer lazos y descubrir nuevas perspectivas de la vida.
Qué ver en Santillana del Mar
Santillana del Mar es un destino que conjuga a la perfección historia, arte y espiritualidad, ofreciendo a peregrinos una ruta cargada de detalles que hablan de siglos de tradición. A continuación, te presentamos varios puntos de interés que te ayudarán a planificar tu visita.
Colegiata de Santa Juliana
La Colegiata de Santa Juliana es un emblema religioso y arquitectónico de Cantabria. Construida en el siglo XII, esta iglesia románica fue declarada Bien de Interés Cultural y destaca por su impresionante portada y su interior sobrio, en el que se conserva una atmósfera de recogimiento.
Uno de sus mayores atractivos es el claustro, cuyas columnas y capiteles están finamente esculpidos, representando escenas bíblicas y elementos de la iconografía medieval. La encontrarás en pleno casco histórico, lo que te permite combinar su visita con un paseo por las estrechas y empedradas calles del pueblo.
Cueva de Altamira y la neocueva
Reconocida mundialmente como la “Capilla Sixtina del arte rupestre”, la Cueva de Altamira es un testimonio único del talento creativo de nuestros antepasados. Aunque la cueva original, descubierta en 1879, se encuentra cerrada al público para garantizar su conservación, la Neocueva es una réplica exacta que reproduce fielmente los frescos del Paleolítico.
Aquí podrás apreciar de cerca las famosas representaciones de bisontes, ciervos y caballos, pintadas hace más de 36.000 años. La Neocueva ofrece una experiencia inmersiva y detallada, permitiéndote entender las técnicas y materiales utilizados por los primeros artistas prehistóricos.
Junto a la Neocueva, el Museo de Altamira complementa la experiencia prehistórica con una exposición permanente dedicada al arte y la vida del Paleolítico. Aquí, encontrarás una colección de herramientas, restos arqueológicos y réplicas de elementos que permiten comprender el contexto en el que se realizaron las pinturas rupestres.
El museo ofrece información detallada sobre los descubrimientos realizados desde la primera exploración en el siglo XIX. Aporta datos precisos sobre las técnicas artísticas y el entorno natural que influyó en los primeros pobladores.
Plaza Mayor
La Plaza Mayor es el núcleo central de la villa. Rodeada de casonas históricas y edificios con una arquitectura tradicional, conserva el encanto de épocas pasadas gracias a su pavimento de piedra y a la armonía de sus estructuras. Es el lugar ideal para detenerte a tomar un café en una de las terrazas o disfrutar de un almuerzo con platos típicos de Cantabria.
Suele ser el escenario de eventos culturales y mercados tradicionales, lo que la convierte en un punto de encuentro imprescindible para cualquier itinerante.
Entre los vestigios medievales que aquí se encuentran destacan la Torre de Don Borja y la Torre del Merino. Ambas estructuras forman parte del entramado defensivo de la villa, reflejando la importancia estratégica y la presencia de la nobleza cántabra en épocas pasadas.
La Torre de Don Borja, con sus relieves y detalles arquitectónicos, y la Torre del Merino, igualmente imponente, están construidas con piedra y tienen un diseño robusto.
Palacio de Velarde
Junto a la colegiata, el Palacio de Velarde es otro de los tesoros de Santillana del Mar que no puedes dejar de visitar. Este edificio del siglo XVI, representativo del estilo renacentista, impresiona por su elegancia y simetría. La fachada del palacio, ornamentada con detalles decorativos propios de la época, revela la riqueza y el refinamiento de las familias nobles que residieron en él.
En el interior, se conservan espacios que permiten apreciar la calidad de los acabados y la influencia del Renacimiento en la arquitectura cantábrica.
Convento de San Ildefonso
Fundado en el siglo XVII, el Convento de San Ildefonso es un claro ejemplo del patrimonio religioso que ha marcado la identidad de Santillana del Mar. Este edificio, que ha mantenido gran parte de su esencia original, ofrece un ambiente de recogimiento y espiritualidad que contrasta con el bullicio del centro histórico.
El lugar destaca por su claustro, cuyos arcos y columnas invitan a la meditación, y por su decoración interior, que conserva elementos artísticos y litúrgicos propios de la época.
Gastronomía y tradiciones
La gastronomía de Cantabria es un reflejo vivo de su historia y de las condiciones de su entorno, y en Santillana del Mar se percibe de forma muy auténtica.
Por ejemplo, el cocido montañés es un plato contundente y reconfortante, preparado con alubias blancas, berza, y diversos cortes de carne de cerdo que se cocinan lentamente durante aproximadamente tres horas. Este guiso es tradicional en los meses fríos
En el ámbito de los postres, destacan las quesadas pasiegas y los sobaos pasiegos. Estas delicias, que datan de épocas tan remotas como el siglo XVIII, se elaboran con ingredientes sencillos pero de gran calidad, como queso fresco, huevos, azúcar, harina y un toque de canela.
Otro producto estrella es la anchoa de Santoña, que se cultiva a menos de 20 kilómetros de Santillana del Mar. Estas anchoas se curan en sal durante un periodo de tres a cinco meses, lo que les confiere una textura y sabor únicos, reconocidos a nivel internacional y protegidos por Denominación de Origen. Se utilizan en ensaladas, pintxos y otros platos que resaltan la frescura del mar Cantábrico.